” La esperanza, es la carga mas pesada que un hombre puede cargar. Esa es la desgracia del idealista”
Firmado por: El Condicionado. Raimundo Arruda Sobrinho

martes, 10 de diciembre de 2013

  De Don Quijote y los refranes 

   Aquel día don Quijote le recriminó a Sancho su irritante costumbre de hablar, responder, argumentar, con refranes. Sancho hizo una larga defensa de su hábito de raíz popular y demarcó un espacio de las posibilidades de la comunicación humana que amerita una pequeña reflexión: nada nuevo hay bajo el sol, todo lo que podría decirse, dicho está. 
   Además de apreciar el profundo conocimiento de la sabiduría popular de Miguel de Cervantes Saavedra, capaz de hacer una de las recopilaciones más memoriosas del refranero español, y de demostrar el ingenio insuperado del escritor al elaborar una sesuda argumentación cocatenando refranes en una relación significativa, creativa, rítmica y oportuna; además de asumir que aunque el Quijote es un libro que nos ha costado esfuerzo leer también es un libro que no se termina nunca de decodificar e interpretar; además de apreciar en El Quijote a la primera novela total de la literatura occidental; además de todo eso, tenemos que agradecerle esa mirada recopiladora sobre las creaciones del lenguaje popular que tan útil nos es en este momento par sintetizar con un refrán de antigua raigambre española lo que nos inspira este paisaje de desazón social en que nos ha zambullido el momento de enfrentamientos, conflictos, caos, que nos toca observar desde el bulevard.
   Consignando algunas páginas de opinión leídas en la web (Que explica el fenómeno de los saqueos -Fernando Laborda- La Nación / El origen: una crisis social no reconocida -Joaquín Morales solá- La Nación), Sancho tal vez diría: "Cría cuervos y te sacarán los ojos". Porque Sancho, con su saber pragmático y utilitario, era capaz de prever, ya que no preveer, el futuro. Si solo miramos el presente es probable que perdamos de vista el futuro y que en ese futuro, que agazapado nos saltará un día a los ojos, valga el retruécano tomado del refrán, para cobrarse las deudas con el porvenir que no supimos considerar.
   Los que guardamos la juventud como una fuente de eterno alimento sabemos que es allí donde está la raíz de este ser que hoy somos: los sueños del joven serán probablemente el punto de partida de los esfuerzos del adulto. Aquel joven que fuimos, lleno de ideales, de deseos ingenuos de mejorar el mundo, de utopías irrealizables pero infinitamente bellas, nos dio esperanzas para regar el árbol difícil y rústico de la resistencia terca en que se encueva la ignorancia, nos dio poder para enfrentar el reconcomio de la envidia, la maldad y el resentimiento de los que no creían en el cambio, en la verdad, la justicia y la bondad. Pero toda esa potencia moral, ética, espiritual si se quiere, ha tenido su fuente en una visión del mundo que se formulaba a partir y a través de la educación. Y esa educación, con las contradicciones que son naturales en cualquier cultura, con los defectos que podamos encontrarle, con su matriz autoritaria y su sesgo disciplinar y coactivo, con sus marcas de prejuicios raciales, sociales, culturales, religiosos, políticos, esa educación nos preparó para vivir con otros: convivir.
   En dos páginas que siempre releemos a la sombra de los eucaliptos de nuestro bulevard, Pedro Salinas, en Historia de la literatura española (Del Mío Cid a García Lorca), analiza la relación que él observa entre Quijote y Sancho: una relación dual. Así como Quijote es el ideal, la ascesis,  Sancho representaría todo lo grosero del ser humano (así lo dice Salinas). Y sin embargo Quijote buscó a Sancho para que lo acompañe, porque aún cuando salimos a buscar el ideal, a desfacer entuertos, a arreglar el mundo, no podemos deshacernos de Sancho, de esa parte nuestra sin la cual estaríamos escindidos, incompletos. Sin embargo, Quijote establece las regulaciones de la convivencia, Sancho asume de a poco su posibilidad de bondad, de trascendencia, la convivencia con Quijote lo hace bueno, dice Salinas. Porque Quijote es el mejor. Quijote es esa parte de nosotros que debemos alimentar, hacer crecer, para que se imponga sobre los bajos, aunque naturales, comprensibles, instintos de nuestra parte Sanchezca.
   Cuando nuestra educación dejó morir a Quijote, lo descuidó al extremo de que lo sanchezco saliera crudo y absoluto, desnudo dueño de la realidad, nuestra convivencia comunitaria inició esta debacle socio- cultural que nos arrasa. Se le han dado nombres a esta cultura de la vulgaridad, la grosería, la desconsideración hacia el prójimo, se la ha catalogado como tinelización, plebeyización, entre otros adjetivos. Es evidente que la degradación de la empatía hasta el punto de su desaparición, la exacerbación de la sensualidad, de la búsqueda de satisfacción inmediata, el cultivo sistemático del resentimiento y el desprecio por el otro, el reinado infinito y pegajoso de la calumnia y el chisme, la maldad como espectáculo, nos han instalado en una cultura de profundo menosprecio por la vida ajena. Basta recorrer los medios de comunicación masiva, incluyendo las redes sociales de la web, para tener infinitos ejemplos de ello.
   Si en esta población que sale a destrozar el mundo por diversión, por resentimiento, por crueldad, por vaya a saber que insospechado sentimiento de venganza o resarcimiento, hubiéramos educado esa veta de bondad necesaria para la convivencia tal vez hoy podríamos, como Quijote y Sancho, sentarnos alrededor de un fueguito fraterno, junto a humildes pastores a compartir mansamente el pan escaso pero tan generosamente repartido y compartido.
   Quijote, que era pobre de solemnidad, no necesitó ni aún pedir para saciar su hambre y fue capaz de reflexionar melancólicamente sobre la pobreza a partir de un agujero en sus gastadas medias. Quijote habría sido capaz de pasar hambre antes de robar o de dañar a alguien. Al menos eso queremos creer. Queremos creer que nuestra parte quijotesca es capaz, aún en la peor de las situaciones, de mirar las riquezas, los alimentos, los bienes que acaparan otros sin osar levantar un dedo contra esos bienes ni menos aún contra esas personas. Queremos creer, contra toda contraria certeza, que aun en un sistema de disolución moral extrema, de corrupción impune, de desolación y decepción infinita, todavía el sol sale para todos y mañana será otro día. Todavía podemos decir junto a Sancho, llorando suplicantes: -No se muera, señor Don Quijote, aún nos falta salir a conquistar el reino de la bondad y la justicia.


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