” La esperanza, es la carga mas pesada que un hombre puede cargar. Esa es la desgracia del idealista”
Firmado por: El Condicionado. Raimundo Arruda Sobrinho

domingo, 31 de mayo de 2015

La Susana

   Estirpe de dueños, ganaderos, propietarios ricos, rasgos de aristócratas, vaya a saber qué conde italiano o marqués francés hay detrás de ese apellido que los congrega como un clan. Trillizos famosos en tres leguas a la redonda son tan semejantes y tan distintos como pueden serlo los hermanos, los miembros de una familia unita, como la suya.
   Todos nenes de mamá, el varón soltero irreductible con amores a escondidas, historias para lucirse y regodearse en la sala de auxiliares frente a las colegas menopáusicas que le miraban de reojo la morena piel de raso y los lujosos ojos oscuros contaminados de arabia desde algún rincón de los cruces raciales que el sapien europeo le heredara. Militantes contradictorios, radicales por tradición de comité, conservadores y snob en la vida diaria y en la convivencia con los desarrapados de este pueblo del interior, el muchacho fue intendente. Su sonrisa deslumbrante se fue desdibujando en una mueca de desencanto y frustración a medida que pasaban los años del mandato y cuando este concluyó se marchó del pueblo a la capital de la provincia, donde todos somos nadie y, como dicen alguien que uno conoce, te beneficia el anonimato.
   Quedaron las hermanas: una, bien casada, con alguna que otra operación estética, criando niños, coches caros y ropa de marca. Una vida de señora bien de la primera mitad del siglo XX. Y Susana.
   Efervescente Susana, idealista contradictoria, esgrimiendo el discurso de los de su clase, los herederos de la clase media-media, seguro la más perjudicada por los procesos populistas que iniciara el peronismo hace setenta años, cuando los padres de esta mujer empezaban a ser jóvenes. Y a entender la vida. Heredera de la capacidad de trabajo de los antepasados inmigrantes, de su elevada y recia autoestima de arios superiores, pero también de su soterrado y compasivo desprecio por ‘los de abajo’, esos seres marrones, de pelo hirsuto y ojos redondos y brillantes de carencias. Desprecio que sin embargo, porque ella es buena gente, se elabora en compasión, en una dura bondad que la lleva a imaginar que gobernándolos, dominándolos, haciéndolos obedientes al sistema, los podrá salvar.
   Susana, mujer pragmática, suele decepcionarse con facilidad: los demás casi nunca son como uno se los había imaginado y jamás hacen lo que uno espera que hagan. Esta perspectiva de persona con pocas (y negadas) frustraciones la coloca en esa orilla de la vida, que por la erosión de los desencantos se eleva un escalón por sobre las cabezas de los que van y vienen -con apenas su quehacer diario, sin pensar mucho, para lo que a veces ni siquiera hay tiempo- y la deja a ella en el pedestal de los que juzgan y, si pueden, sancionan.
   Profesora competente y entusiasta, ha logrado buen nombre en el ámbito educativo en el que, dada las características que señalamos, no ha logrado persistir en cargos jerárquicos: el sistema educativo es pasto de laizes faire desde hace más de una década y ese no es el espacio en el que mejor se desenvuelve esta licenciada de firme carácter y orgullosa estampa.
   La vida pública, sin embargo la atrae como un novio sádico a una solterona remilgada, por lo tanto no desiste y ahora es candidata con grandes posibilidades de ser intendente de su pueblo. Sus discursos fogosos, bien modulados por su sensual voz de nerviosa disfonía, las barrabasadas del intendente de turno, el jolgorio desvergonzado de los esbirros municipales, las contradictorias reyertas del intendente y sus clientes con el párroco local, con concejales de la oposición, con ciudadanos conocidos y portadores de tradición, la descarada corrupción y el desasosiego de tanto árbol arrancado y tanto mural ilustrativo de fanatismo religioso, han puesto al intendente actual en definitiva debacle.

   La esbelta Susana, con su negro cabello al viento y su voz de hoguera humosa, se alza sobre las escombreras de la administración de diez décadas del afuerano (que se impuso por reclamos de las masas populares) y extiende con brazo delgado y firme el asta en la que ondea la bandera de nuevos entusiasmos. Como en aquel cuadro de la señora de la libertad con el seno al aire, así sobrevuela la figura de Susana sobre la desmadejada población de S.S., aunque ella vaya victorianamente cubierta y apenas brille en la sombra la blanca y marmórea frente en cuya luminosa inteligencia la mitad de un pueblito dejado de la mano del bien pone sus sueños.

La imagen se tomo de//www.facebook.com/photo.php?fbid=549496325188873&set=a.102458726559304.3584.100003855308630&type=1&theater

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viernes, 22 de mayo de 2015

 El pequeño poder




   Contradictorio y paradójico, el mundo de la humanidad nos golpea, nos degrada y nos encierra en la ningunidad, al menos una vez cada día. Y no es que hay que estar demasiado atentos para ello, basta con caminar por el supermercado -esos templos del consumo, como dijera Sartori- y darse de topetón con las parvas de alimento acumuladas: galletitas saladas formando graciosas torres torneadas, todo un diseño volumétrico y arquitectónico, en tentadora exposición, grandes gruesas de arroz o fideo o yerba mate, o azúcar -esa bondadosa aliviadora del hambre-, o harina -el magnánimo maná de los pobres-, para recordar las historias del hambre que surcan raudas y exhibicionistas estas redes luminosas dentro de las cuales vivimos algunos de nosotros.
   Navegan barcos tristes por el mundo, con su carga de hambrientos y desheredados, y revuelven la basura en los cinturones roñosos de las ciudades y hasta en sus espacios más iluminados, niños de mirada escondida y manos sin belleza. Arrastran bidones de agua turbia o se beben sus lágrimas y su sangre los pobres del mundo, los perseguidos y desheredados, los torturados, los degradados y alguien se instala en su escritorio y entra a los juegos de Internet y mañana hará paro porque un sindicalista tiene el mandato, que no sabe de dónde viene, de boicotear algún quehacer para beneficiar a este y perjudicar a aquel.
   Y miramos lo escrito y sabemos impotentes que si la sonora voz de Eduardo Galeano no torció el rumbo de las decisiones de los hombres, menos lo hará la nuestra, mínima y perdida como el piar de un polluelo hundido entre altos y ásperos pastizales. Pero igual hacemos la reflexión y la decimos, aunque se pierda entre el rumor de los mil grillos y cientos de cuervos que criquean o graznan alrededor.
   No está bien callar, cuando se hace indispensable decir, porque el que calla está dando permisos. Tal vez no se los da a las fuerzas imperiosas del dinero y el poder mundial pero si a las pequeñas fuerzas que cada día nos degradan y nos menosprecian y se apoyan en nuestra debilidad para abusar y corroer y aprovecharse de la circunstancia que los puso detrás de un escritorio y les dio herramientas para apenas vegetar en el sistema social, político y económico, vegetar o parasitar, a fuer de precisos.
   Son esas personas, que ocupan los pequeños lugares de intermediarios entre nuestras necesidades o nuestras actividades diarias y las definiciones y decisiones del sistema, los que se constituyen en Carontes de nuestra existencia. Ellos deciden si nuestro trabajo tiene valor, si alguien puede acceder a los ámbitos de la cultura, de la justicia, de los beneficios sociales. Ellos nos llevan y nos traen de la orilla oscura de la demanda al limbo indefinido de las esperas administrativas. Ellos saben decir un no que no tiene sustento, ellos riegan continuamente el terrero estéril donde las personas se convierten en mendicantes degradados.
   Su mundo brumoso está recreado hasta la náusea en las novelas de Kafka, cuya trama inconclusa y cuyos vericuetos laberínticos explicitan alegóricamente la trama de tela de araña del poder minúsculo, el pequeño poder que gobierna realmente el mundo. Mundo que sería mucho mejor, mucho más amable y sencillo, si no hubiera toda esa malla de manos y ojos y lenguas indecentes siempre haciendo algo para que a la persona corriente, la que va y viene por el quehacer esforzado y cotidiano, solo le represente escollos cada uno de estos seres medianos y lamentables que pueblan oficinas con su charlatanería, su desidia, su infatuación y su regodeo en las gotas melosas de poder, que abarajan avarientos con su lengua infame y obsecuente.
   Y mordiéndonos las uñas, en profunda y melancólica meditación, nos decimos, recordando aquello de que el mundo se arregla desde el poder, que el mundo sería un poco mejor si tuviéramos mejores personas en esos lugares de los pequeños poderes. Concluimos sin esperanza pero sin claudicaciones que el mundo se arregla desde el poder pequeño, si las personas pequeñas quisieran mejores.

Edificio Municipal de Villa Ángela -Chaco-
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sábado, 16 de mayo de 2015

Animalia  
Animalia es uno de los cuatro reinos del dominio Eukaryota, y a él pertenece el ser humano.
Wikipedia, la enciclopedia libre

   Animalia es el reino de la naturaleza al cual pertenecemos junto al perro que encadenamos en el patio a la intemperie, junto a los artrópodos que envenenamos por confort o para protegernos de las enfermedades, junto al toro que torturan hombres que se dicen valientes y que a veces como Sanchez Mejía o el marido de Isabel Pantoja, el Paquirri, reciben la merecida muerte entre los cuernos de un toro justiciero. 
   Animalia es un reino con amplia  variedad de seres y variadas conductas que casi siempre luchan con otros o entre sí por la supervivencia. Salvo el homo, que ya se sabe, no logra distinguir entre necesidad de sobrevivencia, necesidad de dominio o simple y llana maldad. Pero también el homo, por ser quien es, ha evolucionado en su visión de sí mismo y de los que comparten con él este mundo asombroso, complejo, tan lleno de misterio.
   Hace una o dos semanas un bizarro y tosco famoso de ocasión quedó fuera de la programación de un show mediático por su decadente hobby o negocio, consistente en crianza y entrenamiento de perros para carreras. Nos parece interesante que el empresario aprecie los derechos y el bienestar de los animales aunque ese mismo empresario utilice a humanos como objetos de exhibición sexista, aunque la decisión pudiera tener más en vista una cuestión de márquetin que de ética. 
 Y he ahí la gran contradicción: la defensa del animal es un debate que está instalado entre nosotros desde el siglo XIX con la llamada Ley Sarmiento y que ha alcanzado su máximo logro en los artículos 41 y 43 de Los nuevos derechos y garantías de la Constitución Nacional, los cuales son el fundamento jurídico de la flamante  LEY 14346 - MALOS TRATOS Y ACTOS DE CRUELDAD A LOS ANIMALES. Sin embargo, en esta misma sociedad vemos infinitas formas de usufructo del hombre como objeto, de abominables formas de humillación, discriminación, explotación,  abusos diarios del hombre no solo sobre los animales sino sobre el hombre.
   Cuando Jack London nos contaba las aventura de Colmillo Blanco o el regreso a los orígenes del personaje que se reintegraba a las manadas de la selva nos estaba diciendo tal vez cuánta bondad había en aquella ley de la fuerza, de la sana y limpia fuerza en la que el equilibrio de lo natural estableció los principios básicos de la convivencia y desarrolló la semilla esencial del amor que nace con la ternura del indefenso protegido por el fuerte. Cuando el perro de "El llamado de la selva" mira a su salvador con gratitud, o vuelve para vengarlo, cuando Colmillo Blanco arriesga su vida para defender a los hombres que lo han rescatado y cuidado, London nos está diciendo de la posibilidad de una convivencia sustentada por las alianzas que se fundan en el cuidado del otro, aunque ese otro sea un perro.
   La elección entre el bien y el mal no necesita leyes, debe estar en el hombre internalizada sin contaminaciones de fundamentalismos, ni fanatismos, ni ambiciones materiales o sociales. Debería ser tan fácil, tan sencillo. si no hubiera intereses y el homo fuera un animal simple y natural, debería ser fácil. Pero somos contradictorios, egotistas, vacuos y ambiciosos, creamos una cultura consumista, sexista y competitiva, impregnada de crueldad. Una cultura en la que el otro solo es un ser a nuestra disposición, para el placer, la diversión, la ganancia, la autoafirmación. Hasta que un toro mata un torero y nos despierta un ratito. Por no dar ejemplos de los que ya todo el mundo habla en demasía.









http://www.animanaturalis.org/
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sábado, 2 de mayo de 2015

La contracara


   Algunas personas, las menos, no entramos en shock de ternura cuando vemos un bebé o un niño en su primera infancia. Los niños son personas, tienen derechos, hasta que empiezan a crecer, a ir a la escuela, a entender y formarse, solo tienen derechos. De los adultos depende que vayan asumiendo obligaciones: cuidar un ratito al hermanito, levantar sus juguetes, hacer la tarea escolar, hacer un mandado al almacén de al lado. Después vendrá la vida con sus reveses. Algunas personas sentimos compromiso moral, humano, frente a un niño, no amor a primera vista.
   Hay otras personas, a las que llaman políticos (y no escucharemos la aclaración de que en ese grupo también hay excepciones porque ese argumento ante la realidad solo es una falacia), políticos que hacen propaganda, que quieren mantenerse en el poder incluso intercambiando indignamente roles, que dicen que harán en un día lo que no han hecho en diez, veinte o treinta años, políticos que nacen como hongos de la televisión, de las pasarelas, de las selfies, políticos con la cara rozagante, saludable, sonriente.
   Hace muchos años, en alguna de las tantas revistas que leemos y luego desechamos, vimos una serie de viñetas en la que se ilustraba el mecanismo de la culpa retroactiva tan típica de nuestras demagogias: la democracia le echaba la culpa al proceso militar, el proceso al tercer peronismo, el tercer peronismo a los militares (tantos), los militares a las presidencias, las presidencias los conquistadores, los conquistadores... y los indios aparecían en la última viñeta con cara  de suprema alarma tratando de defenderse de las calumnias  que les caían encima sin que tuvieran nada que ver. 
   Pero, aunque alprincipio no tuvieron nada que ver, han pasado quinientos años y tal como decía V.H., son cinco siglos igual. O peor, porque se han perdido los caminos que hubieran hecho posible cambiar la historia, cambiar la vida de los que quedaron por debajo de todo sistema, por los que tienen esa cara surcada por el hambre, una carita mustia y arrasada que produce escalofríos, una rabia inmensa, una lágrima grande que no tiene manera de expresarse, de correr por el mundo e inundar todas las acequias sucias de politiquería y limpiar tanta desgracia, tanta injuria a la condición humana.
   Y si no se entiende, miremos par a par estas caras que aparecen en la misma página de noticias. Impúdicamente contrastantes. Amargamente disímiles y complementarias.





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  http://www.lanacion.com.ar/1789267-otro-caso-de-desnutricion-en-chaco-esta-grave-una-beba
  http://www.datachaco.com/noticias/view/50399/Pese_a_las_denuncias_Capitanich_permanecera_en_la_boleta_oficialista
  http://www.clarin.com/tema/desnutricion.html