La Susana
Estirpe de
dueños, ganaderos, propietarios ricos, rasgos de aristócratas, vaya a saber qué
conde italiano o marqués francés hay detrás de ese apellido que los congrega
como un clan. Trillizos famosos en tres leguas a la redonda son tan semejantes
y tan distintos como pueden serlo los hermanos, los miembros de una familia unita,
como la suya.
Todos nenes de
mamá, el varón soltero irreductible con amores a escondidas, historias para lucirse
y regodearse en la sala de auxiliares frente a las colegas menopáusicas que le
miraban de reojo la morena piel de raso y los lujosos ojos oscuros contaminados
de arabia desde algún rincón de los cruces raciales que el sapien europeo le
heredara. Militantes contradictorios, radicales por tradición de comité,
conservadores y snob en la vida diaria y en la convivencia con los desarrapados
de este pueblo del interior, el muchacho fue intendente. Su sonrisa
deslumbrante se fue desdibujando en una mueca de desencanto y frustración a
medida que pasaban los años del mandato y cuando este concluyó se marchó del
pueblo a la capital de la provincia, donde todos somos nadie y, como dicen
alguien que uno conoce, te beneficia el anonimato.
Quedaron las
hermanas: una, bien casada, con alguna que otra operación estética, criando
niños, coches caros y ropa de marca. Una vida de señora bien de la primera
mitad del siglo XX. Y Susana.
Efervescente Susana,
idealista contradictoria, esgrimiendo el discurso de los de su clase, los
herederos de la clase media-media, seguro la más perjudicada por los procesos
populistas que iniciara el peronismo hace setenta años, cuando los padres de
esta mujer empezaban a ser jóvenes. Y a entender la vida. Heredera de la
capacidad de trabajo de los antepasados inmigrantes, de su elevada y recia
autoestima de arios superiores, pero también de su soterrado y compasivo
desprecio por ‘los de abajo’, esos seres marrones, de pelo hirsuto y ojos
redondos y brillantes de carencias. Desprecio que sin embargo, porque ella es
buena gente, se elabora en compasión, en una dura bondad que la lleva a
imaginar que gobernándolos, dominándolos, haciéndolos obedientes al sistema,
los podrá salvar.
Susana, mujer
pragmática, suele decepcionarse con facilidad: los demás casi nunca son como uno
se los había imaginado y jamás hacen lo que uno espera que hagan. Esta
perspectiva de persona con pocas (y negadas) frustraciones la coloca en esa orilla
de la vida, que por la erosión de los desencantos se eleva un escalón por sobre
las cabezas de los que van y vienen -con apenas su quehacer diario, sin pensar
mucho, para lo que a veces ni siquiera hay tiempo- y la deja a ella en el
pedestal de los que juzgan y, si pueden, sancionan.
Profesora
competente y entusiasta, ha logrado buen nombre en el ámbito educativo en el
que, dada las características que señalamos, no ha logrado persistir en cargos
jerárquicos: el sistema educativo es pasto de laizes faire desde hace más de
una década y ese no es el espacio en el que mejor se desenvuelve esta licenciada
de firme carácter y orgullosa estampa.
La vida
pública, sin embargo la atrae como un novio sádico a una solterona remilgada,
por lo tanto no desiste y ahora es candidata con grandes posibilidades de ser
intendente de su pueblo. Sus discursos fogosos, bien modulados por su sensual
voz de nerviosa disfonía, las barrabasadas del intendente de turno, el jolgorio
desvergonzado de los esbirros municipales, las contradictorias reyertas del
intendente y sus clientes con el párroco local, con concejales de la oposición,
con ciudadanos conocidos y portadores de tradición, la descarada corrupción y
el desasosiego de tanto árbol arrancado y tanto mural ilustrativo de fanatismo
religioso, han puesto al intendente actual en definitiva debacle.
La esbelta
Susana, con su negro cabello al viento y su voz de hoguera humosa, se alza
sobre las escombreras de la administración de diez décadas del afuerano (que se
impuso por reclamos de las masas populares) y extiende con brazo delgado y
firme el asta en la que ondea la bandera de nuevos entusiasmos. Como en aquel
cuadro de la señora de la libertad con el seno al aire, así sobrevuela la
figura de Susana sobre la desmadejada población de S.S., aunque ella vaya
victorianamente cubierta y apenas brille en la sombra la blanca y marmórea
frente en cuya luminosa inteligencia la mitad de un pueblito dejado de la mano
del bien pone sus sueños.
La imagen se tomo de//www.facebook.com/photo.php?fbid=549496325188873&set=a.102458726559304.3584.100003855308630&type=1&theater
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