” La esperanza, es la carga mas pesada que un hombre puede cargar. Esa es la desgracia del idealista”
Firmado por: El Condicionado. Raimundo Arruda Sobrinho

martes, 29 de octubre de 2013

 Libros, esos mundos callados

   Enumero los libros leídos en estas dos últimas semanas:
Primo Levi: Trilogía de Auschwitz
Roberto Perdía: Montoneros -El peronismo combatiente en primer persona
Antonio Pau:Juan Ramón Jimenez, el poeta en el jardín
Mario Vargas Llosa: Conversación en La Catedral
Antonio Tabucci: Dama de Puerto Pim
Joseph Roth: La leyenda del santo bebedor.
Y he leído en un día y una noche, sin detenerme a dormir y apenas parar para preparar un mate, de Jan Valtin: La noche quedó atrás.
   Estoy leyendo ahora, en intermitente combinatoria: Aldo Leopold: Una ética de la tierra y Hans Magnus Enzensberger: Hamerstein o el tesón.
   Con algunos de estos libros he padecido mucho. Levi y Valtin son desgarradores. Con otros he completado lagunas de información, como es el caso del libro de Perdía. Y me he reído con Roth y su borracho, con el Jimenes que enamoraba monjas mientras se curaba sus tristezas existenciales. ¡Pícaro don Juan Ramón!
¿Para qué leo? Solo como otros viajan o tienen amantes. Los libros son universos en los que navego sola, abandonada y, más que nada, libre. Y eso no tiene precio, no se puede explicar demasiado por que no alcanzan las palabras. Es una manera de llegar al núcleo esencial de la vida... apenas eso.
   También leo para compartirlo con alguien que en alguna parte estará esperando a que yo le cuente de esos mundos callados por los que anduve sin mas compañía que mi solitario y deambulante yo.  

martes, 8 de octubre de 2013



¿Te acordás de Lili Süllos?


   Murió la maga, la magnífica. Alguna vez esta mujer de cara eslava y pálida tuvo una melena lacia y negra como el ala de un cuervo y decía, socarrona y oportunista, que era descendiente de cierto Drácula. No el personaje escalofriante de la novela y sus tantas películas, ni el conde Vlad Tepes, el príncipe del empalamiento, el guerrero temible, impiadoso y tétrico que aterrorizó a los boyardos y construyó un reino de sangre y lodo. Pero finalmente, de algún antepasado misterioso y terrible habrá herdado ella su vocación de magia y misterio.
   Decía que había nacido en Transilvania y su rostro de pétrea quietud no lo desmentía. Decía conocer lo que los astros nos tienen reservado y era capaz de describir nuestros más recónditos misterios, deseos y aspiraciones con solo medir la distancia habida entre la luna y mercurio en la hora del día  en que nacimos.
   Decía que los astros, los de sus profecías siempre mesuradas, predisponen pero no imponen los rasgos de nuestro carácter, nuestras tendencias, nuestra vocación de salvación o de derrumbe. Así también, los astros y sus circunvoluciones aristotélicas y perimidas, determinaban la posibilidad de encontrar el amor, la felicidad, el dinero, el poder; pero no establecían ninguna certeza puesto que por cada promesa de amor hemos recibido una carga inmensurable de desamor, por cada gota de felicidad se pagan tantas tormentas de tragedia, por cada hora de prosperidad se arrastran tantos años de esfuerzo y de escasez, por la remota ilusión de poder se viven tanta incertidumbre y tanto desamparo.
   Aún sabiendo que su arte era falible, inasible, y sus pronósticos tan ubicuos, confusos y ambiguos, hemos leído cada mensaje suyo que nos anunciaba la llegada de lo maravilloso cada semana, cada mes, cada año de esta ya larga vida. Y lo hemos leído con ilusión y con benevolencia, porque sabíamos que era en gran medida como la maga lo anunciaba: tal vez todo estaba a la vuelta de la esquina pero hemos elegido otro camino, como Caperucita nos fuimos entre las engañosas flores y caímos en la boca del lobo.
   De todos modos no importaba lo que fuéramos a encontrar, si el príncipe o el ogro, si el tesoro o el dragón. Lo que importa, señora Maga, es el sueño, el maravilloso poder de persuasión de la ilusión a la que tanto aportó tu frase meliflua y consoladora. Por esa dulce consolación, por la necia esperanza (la esperanza en este mundo de trágico destino siempre es necia) sin la que los humanos no podríamos nunca vivir.
Que el negro manto moteado de astros luminosos te cubra para siempre, princesa eslava venida de los bosques donde hombres y mujeres crueles y tenebrosos buscaron la eternidad en la sangre chorreada y palpitante del prójimo. Que ese manto te dé abrigo y te restituya a la luz infinita donde las Magas viven para siempre.