” La esperanza, es la carga mas pesada que un hombre puede cargar. Esa es la desgracia del idealista”
Firmado por: El Condicionado. Raimundo Arruda Sobrinho

viernes, 12 de abril de 2013


Aquel tuerto

   Era magnífico. Con lo que connota ser magnífico: grande, maravillosamente único, un rey sin corona, magno por magnánimo, por fuerte, por excepcional. Venía de Lagash. Lagash venía de un remoto pasado, acerca del cual llegan a saber solo algunos especialistas. Era un lugar del mundo en el que, podría decirse, antes de que los griegos nos dijeran cómo teníamos que pensar y con qué teníamos que soñar, ya se habían iniciado los grandes sueños de la humanidad.
   Era un héroe. Y por ello cumplía el ciclo heroico al pie de la letra. Un día llegaban hordas asesinas a su patria y arrasaban con su vida, su pasado, su destino. Entonces el hombre joven y hermoso, que aún no era tuerto, como corresponde a un héroe se creaba un destino.
   Y un día una flecha terrible le desgarraba un ojo. Y quedaba tuerto. Y desde entonces portaba un parche de cuero sobre la cuenca vacía como otros portan medallas o trajes de marca. Era su mejor batalla, porque se la había ganado a la muerte. Después de perder el ojo ya nada podía vencerlo, ni matarlo ni borrarlo de la faz de ese lampo lunado y lleno de lobos crueles que constituyen el territorio de la imaginación y de los sueños de los hombres.
   Aquel tuerto es el héroe mayor entre todos los héroes posibles. Más que Gil Gamesh, el cual tenía un entripado raro con la inmortalidad. Más que los héroes patrios a los que en vez de potentes músculos en el cuello sólo se les veía un lazo muy envuelto. Más héroe aún que el Mío Cid, caballero excesivamente remilgado, rezandero y casado. Más héroe que nuestro pobre padre que se rompía el alma en el tanino pero era de carne y hueso y estaba en casa todos los días.
   Aquel tuerto era solo temido por los malos, amado hasta el delirio por las mujeres, y, con sus músculos de bronce y con su parche de cuero sobre el ojo, anda todavía cruzando los desiertos de la injuria, aplicando justicia… a sangre y fuego…

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