” La esperanza, es la carga mas pesada que un hombre puede cargar. Esa es la desgracia del idealista”
Firmado por: El Condicionado. Raimundo Arruda Sobrinho

viernes, 1 de agosto de 2014

Recordamos al hombre de la imprenta   

   Recordamos un renault amarillo, sencillo, barato, eficiente. Una ruta de tierra y el monte ingrato del Chaco sobreexplotado, con su polvo irrenunciable y sus espinas. Un hombre, bajo, robusto, silencioso, calmo, manejando trecientos kilómetros concentrado y tranquilo. 
   En ese mismo renault amarillo nos llevó con su familia a sumarnos a la caravana celebratoria del mundial del 78, experiencia ingrata porque en la Avenida 9 de julio un grupo de indignados por los abusos de la Junta Militar casi da vuelta el autito con todos sus ocupantes dentro. 
   Recordamos el olor a tinta de su imprenta y el asombro del mecanismo deslumbrante de los moldes de plomo que organizaban la maravilla del texto impreso en un orden preciso, laborioso. 
  En esa misma imprenta ensayamos una mediocre colaboración ordenando boleteros, trabajo generosamente pagado, a veces inmerecidamente pagado. 
   Recordamos la vieja casa de estilo casi colonial, una columna de madera en el centro del salón comedor. Íbamos y veníamos alrededor de esa columna, sin mirarla, olvidándola a veces, pero sabíamos, aunque fuera intuitivamente que esa columna sostenía las vigas protectoras del techo.
   Recordamos así su condición de padre, con esa manera de los padres de entonces, pocas palabras, el estar condescendiente y protector, la firmeza, la constancia, un hacer de columna: el rol del que sostiene.
   Recordamos una lámina dibujada por Hermosilla Spak y la figurita del imprentero, redondeada, con una camisa amarilla de tela vasta, prolijamente ceñida a la cintura ya nada juvenil y el bigote cerrado, que empezaba a encanecer sobre la boca amable. ¿Donde habrá quedado aquella obra del César Hermosilla después de tantas mudanzas y cambios vividos por la familia del hombre de la imprenta?
   Recordamos, cuando le daba por la charla, relatos de leyenda; por él tuvimos noticias cercanas de Mario Nestoroff, con quién había trabajado en Villa Ángela haciendo algún tipo de publicación: una revista, un periódico, algo así. 
   Recordamos entonces que le gustaba mucho la poesía. Por él conocimos a Almafuerte, él nos prestó un libro del gran poeta romántico, libro que nunca devolvimos y que aun está en nuestra biblioteca. Libro inspirador con sus siete sonetos medicinales que ojalá alguien se los lea hoy, en estas horas bravas que la vida le pone por delante, don Eduardo López, padrazo, ciudadano decente, trabajador, generoso, hombre bueno, que no es poco decir.  Y del que aprendimos aquello:
                                                                 
                                    ¡Avanti!

Si te postran diez veces te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas...
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
Asimilan el humus avarientas, 

Deglutiendo el rencor de las afrentas
Se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
Nada más necesita la criatura,
Y en cualquier infeliz se me figura
Que se rompen las garras de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura

Cinco segundos antes de la muerte!
                                      Almafuerte 

-*-

No hay comentarios:

Publicar un comentario