” La esperanza, es la carga mas pesada que un hombre puede cargar. Esa es la desgracia del idealista”
Firmado por: El Condicionado. Raimundo Arruda Sobrinho

miércoles, 1 de mayo de 2013


Hay una chimenea en Villa Ángela

   Entre setiembre de 1880 y mayo de l881 el gobierno de Santa Fe tramitó un empréstito con la empresa Murrieta & Company y sancionó una ley por la cual vendía 1.660.000 hectáreas a la misma empresa con la finalidad de pagar la deuda contraída.
   Esta operación económica, normal en América Latina en lo que refiere al mecanismo de entrega de recursos a los poderes económicos extranjeros, fue la acción fundante de "La Forestal", empresa que debería ser símbolo universal de las formas de explotación esclava de la población de un país y de la depredación del ambiente de una región, así como del desplazamiento (y con la ayuda del estado, del exterminio) de las poblaciones originarias de esa región. 
   El régimen feudal de la Forestal arrasó miles y miles de hectáreas, leguas y leguas de bosques, asoló un territorio rico en flora, abundantísimo en fauna exótica y variada y nicho de culturas originarias cuya simbiosis con el ambiente era modelo de adaptación y sobrevivencia.
  Toneladas de músculos humanos (hombres, mujeres y niños) sustentaron con su fuerza el rudo y seco engranaje de crueldad que permitió el desarrollo de las actividades de esta empresa, cuya específica intención apuntó a deforestar la región del chaco argentino para apropiarse del quebracho, un exótico árbol cuya madera, aún siendo una de las más duras de las conocidas, no logró resistir los embates de la ambición de estas multinacionales. Con el quebracho se hicieron específicamente durmientes para los trenes y tanino para las curtiembres y la industria del cuero europea.
   Las fábricas de tanino generaron a su alrededor una profusa y laboriosa vida popular y son la principal fuente fundacional de varias ciudades del interior del Chaco. Villa Ángela es hija de esa historia, de ese sudor, de esa sangre. Hoy la fábrica es un montón de galpones invadidos de maleza y con los techos arrasados y desmantelados. Solo una gris chimenea se alza buscando un cielo antiguo que supo tener otra luz y otra temperatura. A su alrededor ha cambiado la ciudad, ha cambiado el país, ha cambiado el mundo. Tal vez un día ella también caerá agobiada de tiempo y de intemperie.
   Pero el relato de estos hechos permanecerá en la obra de Gastón Gori cuyo libro, publicado en 1965 – LA FORESTAL, tragedia del quebracho colorado, Ed. Platina, Buenos Aires, ensayo, sigue siendo la investigación más completa sobre ese tramo de la inconclusa historia de abuso y explotación de las multinacionales sobre los pueblos del mundo. 
   En el día del trabajo los obreros del mundo celebraban entonces una fecha que aludía en realidad a la crueldad de un sistema que ha permitido el lujo desvergonzado de las alfombras rojas del norte del planeta, las tiaras de diamantes que adornan las cabezas de las hijas del poder que gracias a regímenes de sangre lograron instalarse en las cumbres doradas, donde nuestra contradictoria cultura instala las glorias sustentadas con fermentos de muertos. 
   Hermosos y puros árboles muertos, recios e ingenuos obreros muertos, serios y exóticos aborígenes muertos. En las, hoy remozadas, ciudades del Chaco hay grises monumentos que testimonian mudos e invadidos de maleza lo que Gastón Gori contó -documentado y preciso- en su libro. No se puede ser ciego a esa historia. Porque los hombres tendemos a repetir cíclicamente nuestros errores, es que deberíamos mirar las viejas y derruidas chimeneas.



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