Ruge el topo
Venezuela, la nodriza de América Latina, ruge y sangra. ¿Cuánto durará? ¿Cuán más alto será el costo, de por sí invaluable? ¿Qué quedará cuando acabe el sacrílego ritual de un pueblo ofrendado a los dioses de Utopía?
Así como los países del cono sur cerraron su ciclo de intentos de autonomización económica en la segunda mitad del siglo XX bajo la demoledora escoba de los gobiernos de facto militares y la eficiente barredora del Plan Cóndor, parecería que los países septentrionales de América del Sur están ahora en el proceso convulsivo que cierra la Utopía de la transformación socialista y democrática frustrada por las mismas soterradas (y no tanto ) fuerzas que organizan el mundo en dos polos irreconciliables.
Estos polos se enfrentan a estas horas en las calles de Venezuela, amasando con sangre una espesa mezcla de odios y desavenencias en la que apenas se perfila la razón de la sin razón. Nada nos da derecho a juzgar un país y un pueblo que apenas si conocemos por algunos de sus poetas y por ende no podemos, ni debemos tratar de tomar posición respecto de uno u otro bando.
Más bien, siempre sabemos que detrás de dos latinoamericanos que luchan entre sí hay fuerzas espurias, poderes ajenos, intereses de los dueños del mundo, malignos dedos imperialistas que mueven sus marionetas por sobre las cabezas enardecidas de los combatientes. Y no es este un caso de excepción.
Los procesos socio-políticos que ha vivido Venezuela, así como países vecinos (siempre en A.L. los procesos son regionales, como ya señalábamos al recordar las resistencias armadas en el cono sur), tienen como marca distintiva elementos
comunes con sus vecinos:
-el empobrecimiento y la caída en picada de las posibilidades vitales y culturales de la población, sobre todo de la población joven que ve acotado su futuro por la pobreza, la violencia y la inseguridad;
-el gobierno a cargo de dictaduras con fachada democrática socialista y esencia fascista;
-la amenaza opresiva y /o la infección social y económica del narcotráfico y la narcocultura;
-la existencia de algún recurso energético o alimentario (petróleo/tierras/agua) que estimula la salivación pulsional de los imperios.
-el gobierno a cargo de dictaduras con fachada democrática socialista y esencia fascista;
-la amenaza opresiva y /o la infección social y económica del narcotráfico y la narcocultura;
-la existencia de algún recurso energético o alimentario (petróleo/tierras/agua) que estimula la salivación pulsional de los imperios.
Este conjunto de rasgos actúa sobre los
pueblos como un chaleco de cuero fresco. Tomamos la imagen de un cuento de
Roberto J. Payró: el cuero fresco arropando el torso de un hombre en un
principio sabe fresco y blanco, pero pronto, entre el calor del cuerpo y la
resolana del exterior, el cuero comienza a secarse, a ponerse duro, rígido, e
intolerablemente opresivo. Puede llegar a ser tan opresivo que la vida se hace
imposible o se convierte en insoportable.
Fenómenos como este lo han vivido los países
africanos, por lo que ya se suele enunciar la vivencia latinoamericana como una
africanización. Los latinoamericanos tienen, a pesar de los quinientos años de
depredación, una gran capacidad de resiliencia. Se rebelan. Lo vuelven a
intentar.
A punto tal que hace un tiempo atrás
recuerdo haber leído de manera fragmentaria pero con esperanza un libro de Emir
Sader: El nuevo topo -Los caminos de la izquierda latinoamericana-, y
que mirando con áspero deja vú los sucesos de
Venezuela apareció, chisporroteando, tapando las crudas imágenes, las
incongruencias del ciclo siempre repetido de los jóvenes inmolándose por un
mundo que nunca será mejor que éste que tenemos, el recuerdo de esa lectura.
La lucha de los pueblos latinoamericanos
nunca dejará de abrevar en la izquierda. Y eso da para otra charla. Y esa
lucha, y en esto coincidimos con Sader, siempre es soterrada, por vocación, por
necesidad, por seguridad y por poesía política. Como el topo, ciego y oscuro,
tierno animalito de pelo duro cavador de túneles que lo llevan a los lugares de
la comida, del abrigo y del amor, el pueblo de los países latinoamericanos
construye, por debajo del sistema oficial su mañana, su rebelión, acaso la última
revolución.
En Venezuela el topo viene joven, con el
grito al viento: en Venezuela, aunque la historia siempre vuelva sobre sus pasos, el topo ruge.
Tropas del gobierno marchando por Caracas durante la Revolución Libertadora 1902
La imagen ha sido tomada de la web. Derechos Públicos.
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